Emisarios de la Muerte Cazadores al Asecho

                           EMISARIOS DE LA MUERTE,  CAZADORES  AL  ASECHO.

Hace pocos minutos en su cama, ella recordaba entre sollozos las primeras  palabras de conquista de su actual compañero de vida, pero estaba sola, se sentía muy triste, cuanto tiempo había perdido, los últimos cinco meses de vida,  no podía ingerir alimentos, o los vomitaba o su estómago se corrompía y sufría de continuas diarreas  y  pasaba días sin poderlas frenar, lo malo es que no sabía cuánto tiempo le quedaba de vida… su piel parecía mortecina de continuo parecía morir, su cabello estaba cayéndose rápidamente, solo pasarse sus manos sobre su cabeza y su cabello quedaba en sus manos; solamente una frase era inborrable en su memoria, un día alguien le dijo lo más hermoso que nadie con hechos y palabras  le demostraban… “El Señor Jesús Te Ama, y dio su vida por amor a ti”.

Sus lágrimas corrían por sus mejillas, si tan solo alguien supiera lo impotente que se sentía, si tan solo alguien le pudiera dar una segunda oportunidad para vivir…

En ese instante ella dijo: “Señor Jesús esa mujer dice que amas, por favor compadécete de mi y ayúdame, ya no puedo mas, no tengo fuerzas, dame una segunda oportunidad…”

Hace un año y meses ella se hizo la prueba de VIH y le dio negativa, aun no se explicaba cómo era que estaba muriendo, y en la  etapa final  SIDA.

Su vida había sido tan difícil, siempre había anhelado sentirse amada y protegida pero nació en un hogar disfuncional, con “un papa”  que continuamente  golpeaba e insultaba a su mama, y a todos sus hijos; su mama una mujer que ya no soportaba esa vida, y los padres decidieron separarse,  y repartirse sus cuatro  hijos, la madre de ella ya no podía más;  ella era la mayor de tres de los hijos que quedaban en casa, pero era la segunda hija del matrimonio; el padre era un hombre abusivo, manipulador,  frio y calculador

Siempre llevaba diferentes mujeres a la casa, a cualquier mujer porque no podía pasar sin placer, lo malo era que ella por ser la mayor tenía que ser responsable de todos y de los que haceres del hogar, eso  impidió que  estudiara, su piel blanquita como rosadita, sus bonitos ojitos verdes, sus cabellos rubios y su  voz ronca y dulce a pesar del dolor, con esa sonrisa que jamás perdía, y a pesar  de tanto dolor y humillación, a pesar de la ira contra la injusticia y el maltrato que sufrían de parte de su papa cada vez que no podía lavar esos enormes pantalones de él eran frecuentes, la golpeaba con la ropa mojada en la cara para que aprendiera a cómo hacer las cosas, las mujeres que él llevaba a la casa, las que lo dejaban sin aliento y sin dinero solo eran para que dieran placer a su papa… el,  las echaba a la calle cada vez que se hartaba de ellas.

Los ojos de ella solo miraban hacia el cielo y decía: ¡Dios mío ayúdame!, si yo no me voy ahora es por mis hermanos, ¿quién los va a cuidar? ¿Quién va estar con ellos? ¡No puedo irme y dejarlos solos, no puedo! Eso se decía constantemente, a sus doce años de edad, había experimentado mucho maltrato, cierto día su cuerpo comenzó a cambiar,  sus pechos comenzaron a formarse, y su abusivo padre le gustaba tocar sus cuerpo,  ella no sabía que eso era malo, él sonreía con ella, su papa parecía estar más amable y más atento con ella, lo único que a ella no le parecía normal porque la quería andar tocando así como a las mujeres que el metía a su casa y les decía que iban