miércoles, 1 de agosto de 2012

Emisarios de la Muerte Asesinos al Asecho IV


El dinero no faltaba, ella tenía sus lujos, ahora salía con diferentes hombres incluso el dueño del Bar, que era amigo de su marido pero que siempre le decía que a su marido que a ella no le importaba su jefe, cosa que era cierta, que ella lo sabía bien, pero su marido no significaba ningún obstáculo en los planes de ella, él llegaba de vez en cuando a tomar al Bar, dejaba su hijo con su mama, y a veces hasta los tres salían y llevaban a otra de sus amigas.

No importaba adonde quiera que ella, siempre se sentía vacía, con una ausencia en su interior que la desesperaba, sonreía y quería hacerle creer al mundo que era una triunfadora, sus ropas eran bonitas, pero nada la llenaba, el dolor de haber dejado a sus hermanos con su padre le causaba un profundo pesar, y a donde quiera que fuera siempre veía en más de algún lugar la frase “Jesús te Ama”… aunque su corazón estaba tan destrozado por dentro, al punto que le era imposible creer en el amor de Jesús de Nazaret…

La abuela del niño comenzó a involucrarse en la vida de ellos, y se llevó con ella al primer nieto; los tíos por parte del marido también, ella salió embarazada por segunda vez, y al igual que la primera vez no sabía de quien era, pero en este tiempo el marido decidió comportarse diferente, un poco más prudente, ya que por suerte el primer hijo si parecía ser de él, se parecía a él, y este segundo parto tendría que estar atento, porque no le tenía cuenta que su mujer se prostituyera, que saliera embarazada y que por unos cuantos colones a él le tocara criar un hijo ajeno… y fue  un parto de gemelos, un niño y una niña, la vida se complicó más, los niños crecieron y se necesitaba más dinero, no sabía porque pero ya no era suficiente lo que ganaba en el Bar, también su jefe tenía una nueva novia de las jóvenes que recién habían entrado a trabajar en el Bar, una joven sin hijos, de dieciocho años de edad, muy bonita también con un cuerpo y un rostro que parecía modelo; salir con ella ya no era frecuente… su jefe tenía como decía carne fresca.

Su marido se había vuelto adicto a la pornografía, y en su alcoholismo no reparaba en sus acciones, compraba películas pornográficas y en lo que ella trabajaba el, las veía y los niños andaban jugando por allí, y el con la puerta abierta lo encontraron sus parientes, al día siguiente una llamada anónima al Instituto Salvadoreño para el Desarrollo Integral de la Niñez y la Adolescencia (ISNA), provoco una visita inesperada, ese día se llevaron a los niños, ella luchaba desesperadamente por recuperarlos, la opción que le dieron era que dejara al padre de sus hijos, y que este le pasara una cuota alimenticia, y ella dejándolo todo así lo hizo por amor a lo único que era puro y lo más grande para ella.

Pasaron muchos meses y no podía recuperar a sus hijos, no podía verlos, dos navidades pasaron, y ni siquiera hubo un abrazo para sus pequeños…

El padre de sus hijos también tenía otra compañera de vida, otra víctima, y candidata a la desgracia, desdicha y a la muerte…

Las fotografías de sus hijos con ella, estaban en cuadros en la pared, de un pequeño cuarto, en un tercer piso adonde para su dicha se veía San Salvador, esos cerros tan bonitos… ella había conocido otro hombre y ya estaban conviviendo juntos,  pero por su economía y las condiciones en las cuales vivía no podía recuperar a sus hijos, no tenía como sostenerlos y proporcionarles un desarrollo digno, no tenía como pagar los servicios de una niñera, y recuperar a sus hijos…

Entre tantos recuerdos,  la noticia más dolorosa y fuerte para ella era que estaba infectada con VIH, ese día tan espantoso ella se fue a donde vivía.

Otra vez al Hospital Rosales, en la etapa final de la enfermedad, en la etapa SIDA, en esa oportunidad, se encontró con una desconocida que le dijo “… “El Señor Jesús Te Ama, y dio su vida por amor a ti”.

Hace pocos minutos en su cama, ella recordaba entre sollozos las primeras  palabras de conquista de su actual compañero de vida, pero estaba sola, se sentía muy triste, cuanto tiempo había perdido, los últimos cinco meses de vida,  no podía ingerir alimentos, o los vomitaba o su estómago se corrompía y sufría de continuas diarreas  y  pasaba días sin poderlas frenar, lo malo es que no sabía cuánto tiempo le quedaba de vida… su piel parecía mortecina de continuo parecía morir, su cabello estaba cayéndose rápidamente, solo pasarse sus manos sobre su cabeza y su cabello quedaba en sus manos; solamente una frase era imborrable en su memoria, un día alguien le dijo lo más hermoso que nadie con hechos y palabras  le demostraban… “El Señor Jesús Te Ama, y dio su vida por amor a ti”.

Y si eso era cierto, entonces ya no importaba que clase de vida hubiera llevado, porque Jesús había pagado el precio de sus pecados y de la libertad en su alma, que Jesús la amaba, que había entregado su vida en la Cruz del Calvario por amor a ella, que cada golpe, cada látigo fue por amor a ella; sus lágrimas corrían por sus mejías, se había sentido tan sucia, tan miserable, se había confundido a veces había pensado que el maltrato y abuso de los demás provenían de Dios, en contra de ella, eso no era cierto, en su corazón sintió algo bonito, extraño y diferente, se fue a su casa, los meses pasaron y llego julio de dos mil once, en una mesa de noche tenía un Biblia, la nunca había leído, por primera vez la abrió, y sus ojos se fijaron en un versículo en Juan 3:16 que decía: “Porque de tal manera amo Dios al mundo que dado a su único hijo para todo aquel que en el crea, no se pierda más tenga la vida eterna”…

Ella siempre le había pedido ayuda a Dios, para que el la sacara de todos sus problemas y necesidades, pero en ese momento se dio cuenta que jamás había querido que el entrara en su corazón y le cambiara su vida, que cada vez que alguien le había hablado del amor de Jesús.

Ese día por primera vez, acepto quienes eran sus victimarios, acepto su responsabilidad de sus propios errores y le pidió perdón a Dios por pecados, y decidió retomar su vida desde el punto en el que se había quedado…

Las cadenas de su alma comenzaron a desprenderse, lloro tanto, suplico a Dios tanto, por primera vez sintió que Dios la había escuchado, algo comenzó a pasar en su interior, el dolor horrendo que llevaba dentro de si al fin se estaba apaciguando al grado de desaparecer, ella y no comprendía el calor que la invadí pero por primera vez se sentía limpia y pura, en su alma… y comenzó a sudar, incluso el malestar físico sentía comenzaba a desaparecer, es que en ese momento el Señor Jesucristo se hizo cargo de su vida…

Sabía que tendría que luchar contra la enfermedad que tenía, que en la calle, todos aquellos hombres y mujeres en su mundo libre son emisarios de la muerte, y son asesinos al asecho buscando una víctima a quien destruir aunque no lo quieran,  y ellos también son victimas de su propios instintos, dañando y destruyendo las vidas de los demás, contagiándolos de enfermedades mortales o de enfermedades del alma, haciendo de sus víctimas unos muertos vivientes, llenos de culpa y vergüenza, que todo mundo los señala y las pobres victimas salen a la calle y tienen que llevar sobre el peso de sus espaldas la maldad que otros sembraron en ellos, sea o no con su consentimiento;

 Solo Jesús, les puede libertar, ahora Ella sentía fuerzas de Dios y no entendía como pero sabía que podía salir adelante y tener libertad.

Maryjov.

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